Coline Pavot

Adaptarse

Hace algunas semanas, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) declaró oficialmente que 2023 fue, con mucha diferencia, el año más cálido del que se tienen registros. La magnitud de la variación parece superar ampliamente el límite de los 2 °C al que aspira el Acuerdo de París. Ya no podemos limitarnos a adoptar medidas de atenuación. Lo urgente es adaptarse y los desafíos son ingentes. Es necesario aceptar la realidad del cambio climático, con sus impactos ineludibles, y prepararse activamente. La adaptación nos incumbe a todos, así que ¡pasemos a la acción!

 

Adaptar los territorios

Esta adaptación designa «el proceso de ajuste al clima real o previsto y a sus efectos con el fin de contener los daños o aprovechar las eventuales oportunidades»[1]. Su objetivo es atenuar el impacto de los desarreglos del clima en las sociedades humanas. La sequía que ha sufrido recientemente España, sin precedentes desde 1916[2], ilustra la urgencia de la adaptación de los territorios a los sucesos extremos, cuya frecuencia e intensidad aumentarán durante este siglo. A causa de unas temperaturas próximas a los 30 °C en pleno invierno, las administraciones catalanas, principalmente en Barcelona y Gerona, han tenido que adaptarse. Así, seis millones de personas pasaron a estar en «fase de emergencia» con el fin de restringir el consumo de agua y hacer frente al umbral crítico de los embalses.

 

Adaptar las empresas

Si los territorios están cada vez más expuestos, las empresas no lo están menos. Por ejemplo, el malestar actual del campo pone de relieve los múltiples desafíos a los que se enfrenta el sector y convierten su transición en algo ineludible. El descenso de la producción agrícola, estrechamente ligado a los impactos del cambio climático y a la degradación de la biodiversidad, afecta a los ingresos de los agricultores. La espiral del precio del cacao que sufrimos de cara a la Semana Santa es un buen ejemplo de los impactos concretos de estos fenómenos climáticos. El refuerzo de la resiliencia de las explotaciones para adaptarse al nuevo contexto medioambiental parece ser un paso obligado. La colaboración entre los actores de la cadena es crucial para la adaptación de toda la industria agroalimentaria y la protección de las cadenas de suministro. Aquí también podría tener un papel primordial un marco reglamentario incentivador adaptado a la realidad sobre el terreno.

 

Financiar la adaptación 

Queda la espinosa cuestión de la financiación, que tendrá que ser ingente. Con el fin de atraer capitales, la taxonomía europea le dedica uno de sus principales apartados. Identifica dos tipos de empresas: las empresas adaptadas, que despliegan dispositivos de adaptación de sus procesos, y las empresas capacitadoras, que ofrecen soluciones de adaptación «llave en mano» a otros actores. En nuestra condición de inversores responsables, estamos convencidos de nuestro papel en la financiación de la adaptación. El análisis de la exposición de nuestras inversiones a los riesgos físicos y de transición es una primera etapa que debe venir acompañada de un análisis cualitativo en profundidad de los planes de transición.

En LFDE, las dinámicas de transición de las empresas se evalúan de acuerdo con nuestra metodología propia Maturité Climat et Biodiversité. Esta también incorpora el análisis del desafío de la transición justa, que es clave para el éxito, como nos viene a recordar el enfado de los agricultores. Esta cuestión, que motiva cada vez más a la comunidad financiera sostenible bajo el impulso de diversas novedades reglamentarias, desembocará, así lo esperamos, en una financiación y un compromiso generalizados y rigurosos para apoyar al conjunto de la sociedad en el reto de la adaptación.

 

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[1] GIEC
[2] Fecha en la que comenzaron los registros