Luc Olivier

Biodiversidad y salud: un vínculo vital

Una molécula capaz de ralentizar o retrasar el mal de Alzheimer dentro de una esponja de mar, moléculas anticancerígenas en árboles, antibióticos en un champiñón… la naturaleza alberga una diversidad molecular fabulosa y concita grandes esperanzas terapéuticas que, hoy en día, se encuentran amenazadas. Por primera vez en la historia de la humanidad, un millón de especies animales y vegetales que son útiles para los sectores de la alimentación, la energía o la medicina se encuentra en peligro de extinción. He aquí una cifra de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas1 (IPBES, por sus iniciales en inglés) que nos recuerda hasta qué punto nuestras vidas dependen de la flora y la fauna salvajes: el 70 % de los medicamentos oncológicos naturales o sintéticos se inspiran en la naturaleza2.

Todas las grandes sustancias activas descubiertas por el hombre proceden de la naturaleza y existen soluciones para luchar contra la deforestación, el calentamiento de los océanos y los desajustes climáticos que alteran el tejido vivo de nuestro planeta y destruyen nuestra farmacia del futuro. Todavía estamos a tiempo de actuar, como están haciendo los grupos muy dependientes de la biodiversidad o las empresas pioneras.

Las empresas como eslabones esenciales de la biodiversidad

Algunas de ellas están poniendo en marcha iniciativas para proteger y recuperar la biodiversidad y, de este modo, propiciar cambios transformadores. Un ejemplo es CRODA3, el gigante británico de los productos químicos especializados, que destaca por fabricar sobres para semillas que les permiten crecer con menos agua y nutrientes, lo que reduce la presión sobre la tierra, o la biotecnológica danesa NOVOZYMES, líder mundial en la producción de enzimas, cuyos ingredientes activos de origen natural son imprescindibles para la conservación de los alimentos o la depuración del agua.

Otros actores del sector sanitario tratan de combatir o reducir las presiones que sufre la biodiversidad y que favorecen la aparición de zoonosis, es decir, enfermedades transmisibles de los animales al ser humano, como la COVID-19. La deforestación, la ganadería intensiva o incluso la urbanización reducen los hábitats de los animales, favorecen sus migraciones y, por ende, su contacto con las personas. Ante la COVID, la tecnología del ARN mensajero ha permitido tratar las formas graves de la enfermedad mucho más rápido que una vacuna tradicional. Algunas empresas que desarrollan los principios activos esenciales de esta tecnología, como CRODA, posicionada en el segmento de los lípidos farmacéuticos (indispensables para formular vacunas de ARN mensajero), o incluso el grupo suizo LONZA, han trabajado por encargo de los grandes laboratorios farmacéuticos.

Sin embargo, las protecciones más eficaces y los cambios de uso más transformadores residen en poner fin a la deforestación y la artificialización de los suelos. Algunas empresas lo han comprendido a la perfección. Muy dependiente de la naturaleza para sus principios activos, ASTRAZENECA está poniendo en marcha iniciativas ambiciosas en favor del clima y la biodiversidad. Su plan «AZ Forests» tiene como objetivo plantar y restaurar 50 millones de árboles en todo el mundo hasta 2025. Otro ejemplo es NESTLÉ, que ha lanzado uno de los planes más ambiciosos de financiación de la agrosilvicultura dentro de su cadena de suministro. El objetivo de este programa es plantar 200 millones de árboles en las tierras de sus socios agricultores de aquí a 2030.

La pérdida de biodiversidad no es únicamente un problema medioambiental; es un reto para la sociedad vinculado directamente a nuestra salud. Lo mismo ocurre con la salud financiera de las empresas, que se verá gravemente afectada por la pérdida de biodiversidad o fortalecida si despliegan soluciones para su preservación.

1Mayo 2022
2Íd.
3Los valores se mencionan a título ilustrativo. Su presencia en la cartera no está garantizada.