Luc Olivier

A contracorriente

La temperatura del continente europeo podría descender entre 5 y 10 grados Celsius en 100 años. He ahí una de las consecuencias anunciadas del colapso de la circulación de vuelco meridional del Atlántico (conocida como AMOC, siglas en inglés de Atlantic Meridional Overturning Circulation). Equivalentes al 10 % de la Corriente del Golfo, estas corrientes oceánicas, que contribuyen a la regulación del clima mundial, amenazan con desaparecer antes de 2095, según la Universidad de Copenhague[1]. Paralelamente, el servicio de meteorología británico (Met Office) asegura que este fenómeno no debería producirse en el siglo XXI. Dos horizontes temporales diferentes, pero con conclusiones similares confirmadas en febrero de 2024 por un estudio holandés[2]: inviernos extremos en el hemisferio norte, grandes desajustes climáticos en África y Asia o incluso desaparición de los monzones para dejar paso a fuertes sequías. El impacto se sentiría a escala mundial y afectaría a todos los sectores. Consciente de este reto, la gestión de activos se ha implicado.

Una reacción en cadena

La causa principal de este colapso es el calentamiento global, que acelera la fusión de los glaciares y, de este modo, libera una cantidad importante de agua dulce en los océanos. La mezcla de estas aguas, que tienen densidades diferentes, provoca una ralentización de las corrientes oceánicas. Una de las causas principales de esta reacción en cadena es la emisión de gases de efecto invernadero (GEI). Un hecho alarmante es que estas emisiones han aumentado un 62 % entre 1990 y 2022[3].

Invertir en favor de soluciones enfocadas en la reducción de las emisiones de GEI y, de este modo, proteger el conjunto de los ecosistemas es la decisión consciente que han tomado algunos actores de la gestión de activos. La inversión de impacto cotizada está abordando estos retos y estamos convencidos de que su papel es decisivo para dirigir capitales hacia las empresas comprometidas con el desafío del cambio climático.

Empresas comprometidas

A tenor de la magnitud de los retos, todos los sectores de la economía deben implicarse, en nuestra opinión, como ocurre con algunos sectores sensibilizados y empresas pioneras, como Tomra, que trabaja en favor de la economía circular. Esta empresa noruega diseña y explota sistemas de recuperación y reciclaje de envases, sobre todo para comercios. Convencida del papel protagonista del reciclaje en la transición climática, Tomra se ha fijado como objetivo duplicar sus emisiones de gases de efecto invernadero evitadas hasta 2030.

También están movilizándose sectores que, a priori, son menos sensibles antes estos retos, como la industria. Así, Schneider Electric, mediante sus productos y servicios, da a sus clientes la oportunidad de reducir su consumo de energía y, por ende, la liberación de CO2, uno de los grandes componentes de las emisiones de GEI. Consciente de que el conjunto de la cadena de producción debe estar involucrada, esta empresa francesa desarrolla soluciones circulares desde hace más de 15 años. La estrategia de Schneider Electric ha sido validada por Science Based Targets[4] (SBT) y apunta a una trayectoria de cero emisiones netas en 2050.

La necesaria adaptación

En este contexto, la adaptación a las variaciones extremas de las temperaturas y a los sucesos climáticos debe combinarse con medidas de contención.

Es indispensable identificar los riesgos provocados por el desajuste del clima y el ejercicio que ha realizado en este sentido el grupo Getlink, que gestiona el Eurotúnel, constituye un buen ejemplo, en nuestra opinión. Además de contribuir a la movilidad con bajas emisiones de carbono, el grupo contempla la subida del nivel de las aguas y las inevitables sequías derivadas de las emisiones de CO2 anteriores y futuras. Esta identificación de los riesgos —de una precisión ejemplar— se traduce en el despliegue de medidas destinadas principalmente a limitar los efectos de las inundaciones y sequías en el túnel bajo el canal de la Mancha y sus infraestructuras. Paralelamente, la hoja de ruta climática del grupo, validada por SBT como una trayectoria de 1,5 °C, incorpora las emisiones de alcance 3, perímetro en el que el grupo implica a sus proveedores fijándoles objetivos climáticos.

Junto a estas empresas comprometidas, los inversores se agrupan para acrecentar su impacto. La iniciativa mundial Climate Climate Action 100+[5], de la que LFDE es miembro desde 2020, congrega a más de 700 inversores. ¿Con qué objetivo? Asegurarse de que las empresas con mayores emisiones de GEI toman las medidas necesarias para luchar contra el cambio climático. A la vista de la situación de emergencia, LFDE ha colocado estos retos en el centro de una estrategia de inversión de impacto específica. Estamos convencidos de que la acción debe ser colectiva.

Información legal importante: Las opiniones expresadas representan las convicciones del gestor. En ningún caso darán lugar a responsabilidades por parte de LFDE. Los valores se mencionan a título ilustrativo. Su presencia en la cartera no está garantizada.
[1] Nature Communications, 2023.
[2] Science Advances, 2024.
[3] ONU.
[4] Iniciativa que apoya a las empresas en la reducción de sus emisiones de CO2.
[5] Más información, aquí.