Clement Inbona

Problemas en la banca. ¿Un canario en la mina?

En cuestión de días, las dificultades que han aflorado en ciertos bancos han protagonizado la actualidad financiera. Su conexión con las turbulencias inmobiliarias, que se transmiten al sistema bancario, ha despertado recuerdos dolorosos y el primero de ello es la crisis de las hipotecas de alto riesgo.

Actualmente, el meollo de la cuestión reside en las tribulaciones que sufre el sector inmobiliario comercial estadounidense, un sector ingente que engloba el conjunto de los activos inmobiliarios menos la vivienda y las infraestructuras. Sacudido por un alza muy acusada de los tipos de interés y el profundo cambio en los usos de las superficies, el segmento de las oficinas es el epicentro del terremoto. Con la aparición del teletrabajo y la «oficina flexible», es decir, la ausencia de una oficina fija, la demanda de metros cuadrados no ha recuperado los niveles anteriores a la pandemia. Esta situación desemboca en unas tasas de disponibilidad históricamente elevadas, a pesar del pleno empleo. Ante la caída de la demanda y una oferta que, por naturaleza, es rígida, lógicamente los precios se ajustan a la baja. Así, desde marzo de 2022, los precios de los inmuebles de oficinas en EE. UU. han registrado un descenso medio del 21 %, según el índice que elabora Green Street. He ahí un factor que debilita los balances de los actores expuestos e inquieta a las autoridades. Janet Yellen, la secretaria del Tesoro estadounidense, ha expresado recientemente sus temores ante las consecuencias para el sector financiero, en un primer momento para los bancos regionales, principales financiadores del sector, y unos días después para las entidades de crédito hipotecario que no son bancos y, por ende, están menos reguladas.

Aunque este temblor de tierra es de origen estadounidense, dentro de una economía globalizada provoca réplicas en otros continentes. Es el caso de Japón, donde la acción de Aozora Bank se ha dejado un tercio de su valor tras el anuncio de pérdidas anuales —no vistas desde 2009— provocadas por la depreciación de sus activos en EE. UU. Lo mismo ha sucedido en Europa, donde preocupan los bancos alemanes Deutsche Pfandbriefbank y Aareal Bank. Los bonos de estas entidades cotizan con descuentos similares a los que sufrirían si tuvieran dificultades para refinanciarse. En este caso también, estos actores acusan su considerable exposición al mercado inmobiliario estadounidense.

Aunque, desde la distancia, estas sacudidas parecen inquietantes, por el momento se circunscriben a actores de segunda fila. En conjunto, los resultados publicados por los grandes bancos son tranquilizadores y se han visto poco afectados por esta crisis. El sector bancario, ahora mejor capitalizado, mejor regulado y mejor supervisado, ya no es el de 2008. En este sentido, no sorprende que estas grietas hayan aparecido en actores considerados como no sistémicos por los reguladores. Sí son, por el contrario, una consecuencia de un endurecimiento monetario que, al prolongarse en el tiempo, afecta en primer lugar a los sectores y actores que recurren al apalancamiento.

Por el momento, la debilidad del mercado de inmuebles comerciales de EE. UU. y sus daños colaterales en el sector financiero están acotados. Con unas autoridades vigilantes y unos bancos centrales prestos a intervenir rápidamente para evitar cualquier contagio de la desconfianza al conjunto del sector, esta crisis parece más un fogonazo de grisú al fondo de una galería que el preludio del hundimiento de la mina.

 

 

Terminado de redactar el 09.02.2024. Por Clément Inbona, gestor de fondos de La Financière de l’Echiquier (LFDE).

 

En pocas palabras

En deflación y más allá. En China, la variación de los precios en enero fue del -0,8 % interanual, lo que supone un descenso inédito desde 2009 y un dato mucho peor de lo que esperaba el consenso recopilado por Bloomberg, que vaticinaba un -0,5 %. La caída de los precios se amplifica mes a mes desde el pasado año, señal de que la demanda es frágil y la confianza, endeble. En el momento de arrancar las celebraciones del nuevo año, China preocupa tanto por razones estructurales (demografía, ralentización del crecimiento potencial) como coyunturales (crisis inmobiliaria y bursátil, escasa confianza de los hogares y las empresas).

Revisión completa. Desde la última reunión de la Reserva Federal, las previsiones sobre los próximos movimientos de los tipos de referencia se han revisado a fondo. A finales de enero, los mercados esperaban como mínimo cinco recortes en 2024 y que el ciclo de relajación comenzara ya en marzo. Diez días después, la hipótesis de un primer descenso se ha retrasado hasta el mes de mayo y ahora solo se descuentan cuatro rebajas de los tipos en todo el año. La reunión de la Fed y las posteriores declaraciones de algunos de sus gobernadores tienen mucho que ver. También el vigor de los datos macroeconómicos, sobre todo la última encuesta del ISM, cuyo componente de precios pagados, que ha rebotado claramente, podría presagiar una inflación más persistente de lo previsto.