Alexis Bienvenu

En los confines de la fuerza

La fortaleza de la economía estadounidense no ha dejado de sorprender estos últimos años: tras un sólido crecimiento del 2,5 % en 2023, las previsiones para 2024 se revisan periódicamente al alza y se sitúan ahora en el 2,4 %, mientras que Europa y China han presentado, por el contrario, unas cifras decepcionantes frente a su crecimiento a largo plazo.

Entre las causas que explican este estado de gracia, tenemos algunas sobre las que existe un amplio consenso: una elevada productividad laboral, una posición dominante en la innovación digital, unos estímulos presupuestarios considerables, un mercado laboral flexible, propensión a consumir… Sin embargo, uno de estos factores se presta más a la controversia: el impacto económico de la inmigración, tanto la legal como la ilegal.

Las próximas elecciones presidenciales en EE. UU. girarán en parte en torno a esta cuestión divisiva que desde hace tres meses ha pasado al primer plano de las preocupaciones de los estadounidenses, según una encuesta reciente de Gallup. Sin embargo, los datos económicos son inequívocos: sin inmigración, el milagro estadounidense se desvanecería. En primer lugar, la población del país descendería inmediatamente, según la Oficina del Censo de EE. UU., lo que limitaría el crecimiento potencial, como ya está ocurriendo en países como Japón, Alemania, Italia, China… y como podría ocurrir próximamente en Francia, a la vista del hundimiento reciente de su tasa de natalidad[1].

Por otro lado, según la Oficina Presupuestaria del Congreso, una entidad de previsión especialmente ilustrativa por su carácter bipartidista, la inmigración prevista durante los próximos diez años debería aportar hasta cinco millones de trabajadores a la mano de obra estadounidense. Según la misma fuente, estos trabajadores aportarán hasta 7 billones de dólares al crecimiento del PIB, así como 1 billón de dólares en impuestos sobre la renta… unos flujos cruciales para un Estado que lucha contra una deuda considerable.

Por último, algunos estudios revelan[2] que la inmigración posterior al COVID, que rebotó con fuerza con la llegada al poder de Joe Biden, permitió rebajar la presión extrema que sufría el mercado laboral, sin que ello contribuyera a crear más inflación por el aumento de los costes laborales. Así pues, la inmigración ha ayudado indirectamente a la Reserva Federal de EE. UU. a no endurecer más las condiciones financieras para el conjunto de los estadounidenses.

Otra vertiente de la cuestión económica es el consumo, que también se ha beneficiado de la llegada de migrantes. Así, la revista Time estima, por ejemplo, que este año la inmigración sumará un 0,2% al crecimiento del consumo privado[3].

Aunque estos datos refuerzan la idea de que el milagro estadounidense debe mucho a la inmigración (desde la creación del país, a decir verdad), otros indican que esta cuestión suscita controversias. Concretamente, según un artículo de la American Economic Association[4], el flujo de migrantes tiende a elevar la competencia entre migrantes y no migrantes por los empleos de baja cualificación. Así pues, más crecimiento, sí, pero a costa de una competencia mayor entre los trabajadores.

Obviamente, cuando se trata de fronteras entran en liza otras consideraciones fundamentales, sobre todo culturales, religiosas, geopolíticas o sociales, pero por su transcendencia económica, la política migratoria que saldrá de las próximas elecciones estadounidenses determinará en gran medida el devenir de la economía estadounidense y, por extensión, de la economía mundial.

 

 

Terminado de redactar el 03.05.2024. Por Alexis Bienvenu, gestor de fondos de La Financière de l’Échiquier (LFDE).

 

En pocas palabras

Primavera expansiva. La reunión del Comité de Política Monetaria de la Fed que terminó el 1 de mayo reservó sorpresas positivas al mercado, ya que su presidente trazó un discurso ligeramente más expansivo de lo que temía el mercado. En el comunicado que acompañó a su decisión de no tocar los tipos de referencia, la Reserva Federal reconoció que, en efecto, la inflación fue demasiado elevada en el primer trimestre, pero estimó que los riesgos en el plano de la inflación y el empleo están ahora más equilibrados que hace unos meses, cuando predominaban las dudas sobre los primeros.

Por otro lado, anunció una ralentización mayor de lo previsto en el ritmo de reducción del balance del banco central. Así, el volumen de los bonos en balance que no se reinvierten al vencimiento se moderará hasta 25 000 millones de dólares al mes a partir de junio, frente a los 60 000 millones actuales y los 30 000 previstos, lo que constituye una señal favorable para la financiación del Tesoro.

En suma, la Fed transmite la idea de que se siguen contemplando recortes de tipos durante los próximos trimestres que sencillamente se han retrasado frente a las previsiones de comienzos de año. El escenario principal del mercado vuelve a ser un recorte de tipos en septiembre y cualquier dato negativo sobre el empleo o ligeramente a la baja en la inflación reforzaría esta hipótesis.

 

Aterrizaje suave. Los datos de abril sobre el empleo estadounidense que publicó la Oficina de Estadísticas Laborales depararon sorpresas positivas al mercado. La creación de empleo se situó ciertamente por debajo de la mediana de las previsiones con 175 000 puestos, frente a los alrededor de 240 000 previstos, y las revisiones acumuladas en los dos meses anteriores son negativas. Además, la tasa de paro fue superior a lo previsto, 3,9 % frente a 3,8 %, y la tasa de subempleo, que se situó en el 7,4 %, alcanzó su nivel más alto desde el COVID.

Sin embargo, estos niveles siguen siendo buenos en el cómputo global y ponen de manifiesto un enfriamiento muy moderado de la economía. Vienen a reforzar los argumentos a favor de una próxima relajación monetaria, máxime cuando los datos salariales muestran una evolución muy razonable: 0,2 % mensual, frente al 0,3 % previsto, y 3,9 % interanual, frente al 4,1 % en marzo.

Sin embargo, este escenario cuasiperfecto no debe hacernos olvidar algunas grietas no tan visibles que muestra el mercado laboral, por ejemplo, que el número de parados de larga duración aumentó hasta un nivel que no se registraba desde mayo de 2017 (exceptuando el periodo del COVID), que el uso del trabajo temporal volvió a marcar mínimos y que el empleo a tiempo parcial por razones económicas sigue aumentando. Si estas debilidades se agravaran, el aterrizaje ya no sería tan suave.

[1] Démographie en France : conséquences pour l’action publique de demain, Institut Montaigne, agosto de 2023.
[2] The Role of Immigration in U.S. Labor Market Tightness, Banco de la Reserva Federal de San Francisco, 2023.
[3] Immigration Is Powering the U.S. Economy, Time, abril de 2024.
[4] The Labor Market Impact of Immigration: Job Creation versus Job Competition, Christoph Albert, American Economic Journal, enero de 2021