Olivier de Berranger

El otro virus

La tarde del 27 de junio de 2017 supimos que un virus lanzó un extenso ataque contra un gran número de sitios web y de sistemas de información, en particular en Europa. Aunque cuantificar la factura de un ataque siempre entraña dificultad, el ransomware[1] NotPetya terminaría por tener un coste cercano a los 10.000 millones de dólares según diversas estimaciones. Al menos 2.000 empresas, entre ellas la Sociedad Nacional de Ferrocarriles de Francia (SNCF), WPP o el laboratorio farmacéutico Merck, fueron víctimas del ataque. Saint-Gobain reconoció una pérdida de casi 250 millones de euros en su facturación, que se tradujo en 80 millones de euros menos en su resultado de explotación.

Más recientemente, entidades muy heterogéneas entre sí, como el Parlamento noruego, el fabricante Tesla en Nevada o la seguridad social italiana, compartieron el hecho de haber sido blanco de ciberataques sofisticados. En el ciberespacio, la lucha a escala mundial por el control del «petróleo» de la economía digital, es decir, los datos, está en pleno apogeo, con una enorme variedad de ofensivas que abarcan desde el phishing (o robo de datos personales) hasta los ransomwares. Estos ataques se han intensificado este año, en particular, los dirigidos contra los bancos, que se triplicaron durante el confinamiento, según la agencia Moody’s. Ni siquiera el sector sanitario ha quedado a salvo, y la Cruz Roja sufrió los ataques más virulentos de su historia el pasado mes de marzo.

La seguridad digital, un activo estratégico para las empresas desde la aceleración de su digitalización y la generalización del teletrabajo con la crisis del coronavirus, es actualmente un mercado en plena efervescencia, con un valor estimado de 43 trillones de dólares[2]. Al finalizar abril, Satya Nadella, director general de Microsoft, calculó que habían transcurrido dos años de transformación digital en el espacio de dos meses. Esta aceleración sin precedentes generó, como es natural, un fuerte repunte de la demanda de soluciones de seguridad.

Muchas empresas de todo el mundo ya han incrementado sus inversiones para reforzar su seguridad cibernética y mejorar sus capacidades de prevención y sus protocolos de detección y reacción. Se prevé que el gasto mundial en software y servicios de seguridad digital alcanzará los 125.000 millones de dólares en 2020, y crecerá anualmente a una media superior al 8% para superar los 170.000 millones de dólares en 2024[3]. Se trata de una vigorosa tendencia estructural que nuestro equipo de gestión ya ha identificado, como evidencian por ejemplo nuestras inversiones en ZSCALER, líder en ciberseguridad en la nube, o en OKTA, líder de la nueva arquitectura denominada «Zero Trust Security».

Junto con el cambio climático, el «riesgo cibernético» es uno de los grandes riesgos

[1] Un tipo de software malicioso que secuestra los datos

[2] Empresa de análisis Canalys

[3] Empresa IDC