¿Doble condena?

Si las finanzas ya no tienen “rostro”, la condena a sus excesos es, en cambio, cada día más visible.

Esta auténtica “represión financiera” que hace rechinar los dientes a los banqueros y sonreír a los políticos en campaña no merece que profundicemos en sus detalles de tanto que oímos discursos destinados a sancionar, dirigir o incluso dividir el mundo bancario. Sin defender ni acusar, nos limitaremos a reconocer que si los bancos conocen momentos oscuros (los “subprimes”, los préstamos “exóticos” o incluso las bonificaciones desmesuradas), también están conociendo disgustos que no pueden imputárseles directamente: la deriva de las deudas de los Estados europeos, con un coste particularmente elevado, no puede reprochárseles.

Este último punto merece una atención particular: ¿cómo y por qué continúan incansablemente los grandes bancos europeos prestando dinero a tipos ridículamente bajos a unos Estados que no dejan de culparles?

Nuestros vecinos ingleses, que tienen más experiencia que nosotros en temas financieros, han encontrado el nombre de “financial repression” para describir esta situación tan extraña donde los inversores juegan a un juego con una remuneración futura muy aleatoria.

Esta expresión anglosajona, cuya paternidad se achaca a dos economistas estadounidenses, Edward Shaw y Ronald Mc Kinnon, designa una política según la cual un Estado va a intentar que el tipo de su deuda se convierta un tipo de interés real negativo. Este tipo de política, si se lleva a cabo con éxito, le permite refinanciarse a un tipo “anormalmente bajo”, teniendo como contrapartida un empobrecimiento progresivo de los portadores de dicha deuda. En ese caso, toda la dificultad consistirá en convencer a los inversores para que compren y conserven esta deuda con un rendimiento casi ridículo… Para ello, dos “estímulos” pueden impulsarlos: el miedo a detentar otro activo o la existencia de obligaciones reglamentarias que les obliguen a detentar deuda estatal.

Cualquier parecido con una situación existente… no es fortuito: incontestablemente, la “financial repression” está hoy en marcha en todo el mundo occidental y explica con claridad por qué los inversores se precipitan para prestar dinero a 5 años a los Estados Unidos por un rendimiento del 0,7%…

Los puristas disertarán para saber si se trata de una “financial repression” voluntaria o involuntaria. En el primer caso, el Estado “tuerce el brazo” de los inversores mediante la obligación reglamentaria (Basilea III, Solvency II hoy en día o los préstamos obligatorios de antaño); en el segundo caso, la inversión es espontánea: los inversores renuncian conscientemente a cualquier otra inversión esencialmente por miedo al riesgo.

Si “Financial Repression” y “Represión financiera” no significan lo mismo, sus resultados son bastante parecidos: el mundo financiero está bajo una presión duradera y vive desde ahora con una débil perspectiva de remuneración de los capitales que puede o debe confiar sin arriesgarse.

Actualmente, la única pregunta a la que queremos responder es saber cómo escapar a esta “represión” de doble filo y remunerar los capitales que ustedes nos confían. La literatura económica es rica pero, simplificando, existen dos pistas: el rendimiento y los valores de crecimiento, un horizonte virtuoso que sigue siendo exclusividad de las empresas. Unas empresas que, por su parte, pueden hacer frente a banqueros y Estados: ellas han pecado menos que los primeros y gestionado mejor que los segundos.

Confiar en las empresas ¡un buen tema para 2012!

Didier LE MENESTREL
con la complicidad de Marc CRAQUELIN