Pensar en positivo

 

La tormenta Carmen inaugura la salva de títulos inquietantes que marcarán sin cesar el ritmo de nuestro día a día durante todo el año 2018. Ya a finales de año, más allá de los riesgos geopolíticos y las aterradoras condiciones meteorológicas, la inquietud planeaba sobre los mercados financieros: la halagüeña rentabilidad de 2017 (cercana al 10% en la mayor parte de los grandes índices europeos) suele recibir el apelativo de «disparatada», y los términos «enigmas», «burbujas» y otros «récords incomprensibles» ilustran los boletines informativos de este dinámico año bursátil.
Qué lástima que después de 26 años examinando la actualidad del parqué dediquemos aún más tiempo a calmar y descifrar los temores de nuestros conciudadanos que a compartir nuestro inquebrantable entusiasmo por la inversión en renta variable.
No obstante, año tras año, la principal lección de este cuarto de siglo (que compartimos con nuestros lectores cada mes) coincide con lo que todos los estudios estadísticos1 aseveran de forma perseverante: la inversión en renta variable representa, con el transcurso del tiempo, el mejor amigo de sus ahorros.
Sin duda, usted nos dirá que «todo esto es cosa del pasado y que esta vez es diferente». Se trata de una cantinela entonada cientos de veces desde los años 80, un refrán que sigue reflejando erróneamente la realidad de las rentabilidades cosechadas: desde hace 26 años, pese a las dos crisis financieras de calado y algunas crisis coyunturales, el índice CAC 40 (que celebra este año su trigésimo aniversario) exhibe un avance medio2 (dividendos incluidos) del 7,3%. Por su parte, Echiquier Agressor se ha revalorizado un 12,5% en términos anuales, mientras que Echiquier Patrimoine, el fondo patrimonial denominado Echiquier 1 en 1991 muestra un muy honroso resultado superior al 4%.
A pesar de estas pruebas fehacientes, ¿a qué se debe esta reiterada intranquilidad de nuestras comunidades acerca del futuro de sus ahorros?
Los proverbios «más vale pájaro en mano que ciento volando» y «no se pierde hasta que no se vende» explican ampliamente nuestros comportamientos instintivos. Resulta muy difícil poner en tela de juicio en una generación estos reflejos que hunden sus raíces en el sentido común popular, sobre todo cuando los ahorros de generaciones anteriores han sido destruidos periódicamente por las querellas vecinales. Hoy en día, los ahorradores europeos prosiguen su formación financiera, e intentan ponerse a la altura de los anglosajones, que llevan una delantera de un siglo en la acumulación y la gestión de sus plusvalías de abundancia financiera.
En un momento en el que la esperanza de vida va en aumento y la remuneración «sin riesgos» se revela cada vez más frágil, reviste cierto apremio aprender a dominar nuestros instintos y superar nuestros reflejos. El futuro de nuestro sistema de pensiones está en juego.
En lugar de temer un futuro cada vez más oscuro, regocijémonos con la vuelta en 2017 de la rentabilidad de la gestión activa que ha batido a los índices de referencia3. No cabe duda de aquellos que están dispuestos a asumir riesgos recibirán una mayor remuneración que aquellos que tan solo se dedican a correr detrás del movimiento o que solo actúan a muy corto plazo. Esta tendencia se confirmará en los años venideros. El entorno de tipos de interés y de limitación de los precios de los activos será, a todas luces, más propicio para la gestión activa y para el conocimiento de las empresas.
Se debe favorecer pública, reglamentaria y fiscalmente a aquellos y aquellas que aceptan dedicar el tiempo necesario a la reflexión a largo plazo… En 2018, ¡es posible!

Didier Le Menestrel

1 www.amf-france.org/Publications/Lettres-et-cahiers
2 Bloomberg
3 Morningstar