Olivier de Berranger

¡Todo en su justa medida!

Situado bajo una triple campana de vidrio en el parque de Saint-Cloud, en la Oficina Internacional de Pesas y Medidas, un pequeño cilindro de platino iridiado, ligeramente más grande que una ciruela, determinaba hasta la primavera pasada el valor internacional del kilogramo.

Fabricado en 1889, el prototipo internacional del kilogramo (PIK), también conocido como «gran K», era uno de los últimos objetos materiales que determinaba una unidad de medida. En sus escasas salidas (tres desde el siglo XIX), se observó una minúscula variación de masa comparado con los otros seis patrones que se suponían idénticos. Y eso es lo que selló el destino del «gran K». Desde el pasado mes de mayo, la comunidad científica internacional adoptó una definición del kilogramo fundamentada en la constante de Plank (expresada con una «h» minúscula), una constante de la mecánica cuántico de una precisión milimétrica.

Si bien la exactitud es un pilar natural de la metrología y la ciencia, los datos económicos y financieros casi nunca se aproximan a ese grado de precisión. Sin embargo, algunas sorpresas, al alza o a la baja, en la publicación de una cifra económica pueden bastar para provocar movimientos en los mercados financieros capaces de crear o destruir cientos de miles de millones de dólares.

La publicación de la bajada del 0,1% del crecimiento alemán en el segundo trimestre de 2019 justificaría por tanto que se ponga en cuestión un modelo germánico «sin aliento». No hay duda de que Alemania, tercer exportador mundial, es una víctima clara de la guerra comercial llevada a cabo por la Administración estadounidense. Pero si las cifras del PIB del tercer trimestre que se publiquen vuelven a ser negativas, Alemania —con una tasa de paro del 5% y un excedente presupuestario de 45.000 millones de euros en el primer semestre de 2019— estará oficialmente en recesión técnica. Al mismo tiempo, la revisión al 0,3% del crecimiento francés en el segundo trimestre, frente al 0,2% inicialmente publicado, sorprendió positivamente a los analistas.

Aunque las normas contables y reglamentarias ofrecen un marco seguro al inversor, fiarse únicamente de los datos publicados puede ser engañoso. Sin hacer alusión a los fraudes contables que jalonan la historia financiera, el enfoque del mercado en las cifras publicadas por las empresas es a veces exagerado. Muchos son los ejemplos. Hace apenas un año, SARTORIUS AG, sociedad matriz de SARTORIUS STEDIM BIOTECH, especializada, entre otras cosas, en equipos de medición y peso (¡ironías de la vida!) para la industria farmacéutica y las biotecnológicas, publicaba unas perspectivas de cifras ligeramente revisadas a la baja para fin de año: la acción se vio penalizada inmediatamente, con descenso de la cotización bursátil de más del 30% de SARTORIUS, arrastrando en su caída a su filial francesa. La cotización tanto de la sociedad matriz como de su vástago ha subido un 60% en lo que va de año, corrigiendo un exceso de pesimismo provocado por unos decimales.

Más allá de las cifras, el conocimiento profundo de las empresas, mercados y clientes, y las reuniones con su equipo directivo siguen siendo pasos esenciales en nuestro proceso de gestión y la construcción de nuestras carteras. Parafraseando otro famoso dicho, las cifras son siervos excelentes, pero a veces malos maestros.