Olivier de Berranger

En camino (de nuevo)

 

El camino ya estaba trazado, pero las cosas no siempre salen según lo previsto. El sector automovilístico debía experimentar una recuperación en 2021 sin contratiempos, impulsada por los consumidores y las empresas en busca del tiempo perdido… La producción finalmente aumentó solo un 2 % hasta alcanzar 76 millones de vehículos ligeros, una cifra inferior a las ventas por tercer año consecutivo que redujo las existencias al mínimo. Al salón del automóvil de Ginebra no le fue mucho mejor, ya que fue cancelado por tercer año consecutivo.

Las tensiones en las cadenas logísticas han pasado a un primer plano, marcadas por la frenética búsqueda de semiconductores. Sin embargo, esta situación —achacada a la pandemia— advierte a los más escépticos sobre la necesidad del sector automovilístico de reinventarse y gestionar el vuelco que ha supuesto la transición ecológica. El incremento del valor añadido vinculado a los componentes electrónicos y el paso a los vehículos eléctricos impulsan a los fabricantes a un mundo donde el riesgo de escasez es cada vez mayor y donde el equilibrio de poder les es menos favorable.

Es cierto que deben implementar nuevas estrategias para internalizar las competencias, formalizar contratos a largo plazo para asegurar el suministro de componentes fundamentales, reducir los intermediarios, reforzar la trazabilidad y adquirir un conocimiento más detallado de los componentes electrónicos y el software de sus vehículos. Los pioneros de estos cambios que están gestándose en el sector ya están ganando cuota de mercado: Toyota puso fin a 90 años de reinado de General Motors en Estados Unidos y se vendieron más Teslas Model 3 que Volkswagen Golf en Alemania en diciembre de 2021. ¡Todo un símbolo!

La pandemia también recalcó la urgencia climática: la movilidad del siglo XXI tendrá cero emisiones y será digital. Las necesidades de inversión en la digitalización y la electrificación de los vehículos son inmensas: 60 000 millones de euros en el caso de Mercedes y 90 000 millones en el caso de Volkswagen de aquí a 2026, es decir, más del 50 % del esfuerzo de I+D y de inversión de estos grupos. La nueva era favorecerá la aparición de nuevas alianzas, como Stellantis y Foxconn, y el auge de empresas del sector industrial todavía poco conocidas, como Wuxi Lead, para el equipamiento de líneas de producción de baterías y de vehículos eléctricos.

Para financiar la transición ecológica, los fabricantes podrían convertirse en expertos de la inflación «verde» o «marrón». El precio más elevado de los vehículos eléctricos —la inflación «verde»— se amplificaría con la mejora de las prestaciones, principalmente tecnológicas, lo que aumentaría la rentabilidad de la inversión. La inflación «marrón», confirmada en 2021 con una subida del precio de los vehículos de motor térmico nuevos y de ocasión, sería permanente gracias a una reducción de la producción más rápida que el descenso de la demanda y la concentración de la oferta en los segmentos más rentables.

Una cosa está clara: el sector automovilístico sigue siendo un universo implacable donde los líderes del mañana pueden no ser los que creemos. Los usuarios y los inversores deberán ser capaces de diferenciar entre acciones infravaloradas (BMW), restructuraciones (Renault) y valores de alto crecimiento (Tesla). Esperemos que, esta vez, más de un siglo después de la invención del coche eléctrico y del récord de velocidad de La Jamais Contente[1], la conciencia ambiental y el desarrollo tecnológico permitan a la industria automovilística tomar caminos sostenibles.

 

Olivier de Berranger, director de inversiones y director de gestión de activos, con la colaboración de Aurélien Jacquot, analista sénior.

 

[1] La Jamais Contente fue el primer vehículo eléctrico en superar los 100 km/h en 1899.