Desintoxicación

 

«La crisis financiera se extiende a la economía real, el precio de los activos está muy rebajado, las sensaciones son extremadamente negativas: ¡el templo de las oportunidades está abierto de par en par!» Claro, podría decirse que resulta fácil retomar, tras nueve años de repunte, el gran optimismo de nuestro comentario de noviembre de 2008. De hecho, esto reviste cierta facilidad, ya que la profecía ha terminado materializándose, y ahora resulta muy tentador olvidar lo largo y sinuoso que fue el camino.

Los bancos centrales han desplegado «medidas no convencionales» y han sometido a la economía a «medicación», y lo excepcional se ha instalado en nuestra vida diaria: la inyección de liquidez, la famosa expansión cuantitativa (QE), se ha perfilado un remedio de choque sin precedentes en la historia económica. En total, la Reserva Federal estadounidense ha inyectado 4,5 billones de dólares para impulsar el crecimiento, aunque no ha logrado estimular la inflación. Medida salvadora para unos, procedimiento mefistofélico[1] para otros, ese programa masivo de compra de activos va a interrumpirse tras ocho años de buenos y leales servicios. Y con ello se ha pasado una página de la historia monetaria.

Desde ese anuncio, los mercados han preservado la calma y parece que nada puede perturbar su sosiego. Los devastadores huracanes y las posiciones enconadas de Donald Trump y Kim Jong-un no han logrado minar su confianza en el futuro: el S&P 500 cerró a mitad de septiembre por encima de los 2.500 puntos por primera vez en su historia, y el CAC 40 enlazó varias sesiones al alza, algo con lo que rebasó sus máximos de julio y alcanzó niveles próximos a los registrados en los últimos compases de 2007.

Seamos objetivos: el cambio de decorado es irreversible y el «templo de las oportunidades» ha vuelto a cerrarse. Entramos en un momento de mercado diferente con nuevos elementos característicos: las valoraciones generosas, los niveles de crecimiento moderados, los tipos de interés —que solo pueden subir— dibujan un entorno que, en conjunto, se revela mucho menos favorable que el de la década pasada. La cura de desintoxicación que se va a producir resulta necesaria y augura momentos delicados, sin que ello sea sinónimo de catástrofe bursátil. Simplemente, la remuneración que cabe esperar de una inversión en bolsa estará en consonancia con los tipos de interés, que se mantendrán en cotas bajas en los países desarrollados.

Veamos el lado bueno de las cosas: ¡vuelve la gestión activa! Desde 2008, el precio de la renta variable venía menos dictado por el análisis fundamental de las empresas que por los avatares macroeconómicos y las políticas acomodaticias de los bancos centrales. La volatilidad había abandonado las grandes clases de activos y había abierto la puerta al auge de la gestión pasiva. Manteniéndonos fieles a nuestras convicciones como selectores de valores (stock-pickers), actualmente el 100% de nuestros fondos superan a su índice de referencia. Esas rentabilidades han permitido a La Financière de l’Echiquier —pequeña ovación— realizar una gran entrada en la clasificación Alpha League Table [2]y recibir el segundo premio Corbeille de Mieux Vivre Votre Argent[3] de las mejores gestoras en un año.

Seguimos con la vista puesta en el largo plazo y estamos convencidos de que los círculos virtuosos nacen cuando el ahorro se invierte en la empresa. Todavía quedan magníficos proyectos en los que invertir sus capitales: el retorno de la inversión libre será el terreno abonado ideal para que su ahorro vuelva a florecer como se merece.

                                                                                                                                                             Didier Le Menestrel

[1] En el segundo Fausto de Goethe, Mefistófeles (el diablo) inventa el papel moneda para salvar al Emperador de la quiebra.
[2] Clasificación de referencia de la generación de rentabilidad.
[3] Uno de los más famosos y antiguos periodicos financiero en Francia.