Los retos de electrificar Europa
Valentin Vigier, responsable de Análisis de Inversiones Responsables, LFDE |
El apagón que se produjo en España y Portugal el 28 de abril ha avivado los debates sobre la transición energética de Europa. El ingente fallo del sistema provocó que volvieran a aparecer acusaciones contra las energías renovables, convertidas en responsables de un desequilibrio entre producción y demanda eléctrica debido a su carácter inestable, pero las conclusiones de la investigación no han dado ninguna pista por el momento. Sin embargo, este suceso volvió a poner sobre la mesa una necesidad imperiosa: unas redes eléctricas resistentes y bien gestionadas son indispensables para la seguridad energética de Europa. En este sentido, financiarlas es prioritario.
La necesidad de electrificación
La electrificación de Europa es esencial para el éxito de la estrategia de transición energética del continente y para luchar contra el calentamiento del clima. También es un factor de soberanía ante su dependencia de unas energías fósiles que importa masivamente. El pasado 6 de mayo, la Comisión Europea anunció su intención de acabar a finales de 2027 con las importaciones de gas ruso, que representaron el 19% del consumo de gas en 2024. Para evitar cambiar una dependencia por otra, por ejemplo, el gas natural licuado (GNL) estadounidense, la electrificación resulta imperativa.
Materializar el escenario de electrificación de la Agencia Internacional de la Energía es un reto titánico. Será necesario elevar el peso de la electricidad en la demanda energética final del 23% en 2022 al 57% en 2050 y las energías renovables deberán pasar del 42% al 90% del mix eléctrico en 2040[1].
La necesidad de invertir en la red
Sin embargo, la red eléctrica europea está envejecida. Casi el 40% de los 11,3 millones de km de líneas eléctricas tienen más de 40 años. Así pues, es necesario renovar y ampliar esta red para absorber la futura electrificación masiva: vehículos eléctricos, bombas de calor, necesidades industriales… El Tribunal de Cuentas Europeo prevé en su informe de análisis un aumento del consumo del 60% en las horas pico en 2050. El organismo alerta de que deben realizarse «inversiones considerables» en los 27 países de la Unión Europea, cifradas en 1,87 billones de euros hasta 2050.
Esta modernización debe acompañarse de un refuerzo de las interconexiones entre países con el fin de gestionar las fluctuaciones y generar ahorros de varios miles de millones de euros al año. Por ejemplo, el proyecto para unir las redes española y francesa por el Golfo de Bizkaia debería permitir duplicar la capacidad de intercambio de electricidad y evitar la pérdida de 7.430 GWh al año de electricidad verde, según RTE. Las soluciones de almacenamiento de electricidad también son indispensables, así como el despliegue de contadores inteligentes para suavizar los picos de demanda y la figura del «prosumidor», es decir, el consumidor que produce su propia electricidad.
Ante estos retos, estamos convencidos de la necesidad de apoyar a los gestores de redes en su condición de actores clave de esta transformación, como la alemana E.ON, uno de los principales operadores de redes de Europa. Esta empresa energética ha anunciado un plan de inversiones de 42.000 millones de euros destinado a modernizar las infraestructuras energéticas europeas de aquí a 2028. LFDE también invierte en Elia, un operador de redes belga que trabaja en interconexiones transfronterizas para facilitar el intercambio de electricidad entre países. Su papel es crucial en el desarrollo de proyectos marinos diseñados para conectar los parques eólicos en el mar con las redes terrestres. Otro ejemplo lo tenemos en la británica National Grid, que desarrolla infraestructuras y soluciones para integrar más energías renovables y mejorar la resistencia de la red y su conexión con Europa continental.
La transición es el reto del siglo. Invertir en esta temática de futuro permitirá responder ante unos retos de primera magnitud.