¿Cómo deben abordarse los grandes acontecimientos deportivos a la luz del cambio climático?
Coline Pavot, responsable de Análisis de Inversiones Responsables de La Financière de l’Echiquier (LFDE) – Septiembre de 2024
Mientras París despierta de su sueño olímpico, es hora de hacer balance. En cuanto al medallero, Francia no tiene nada que reprocharse frente a ediciones anteriores de los Juegos, ya que ha superado su récord. En lo que respecta al impacto medioambiental, mucho se ha escrito ya sobre este extraordinario acontecimiento. La promesa de los organizadores —revisada a la baja en 2023— era reducir a la mitad las emisiones en comparación con las ediciones anteriores de Londres y Río. ¿Qué ocurre cuando se acaba la fiesta? Más allá de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, ¿cómo podemos abordar los grandes acontecimientos deportivos a la luz del cambio climático para que la fiesta sea aún mejor?
Celebraciones en el punto de mira
Estadios climatizados en Qatar, nieve artificial en los Juegos de Pekín, el próximo Mundial de fútbol repartido entre tres países del continente americano… El deporte de alto nivel es regularmente objeto de críticas por sus excesos medioambientales en un contexto de emergencia climática. En el caso de un acontecimiento como los Juegos Olímpicos, las dos principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero son el transporte (40 %), sobre todo de visitantes, seguido de la construcción de nuevos edificios (32 %)[1]. Con 9,5 millones de entradas vendidas, el 38 % de ellas a escala internacional, el importante impacto en forma de emisiones de carbono derivado de la llegada de espectadores para presenciar los Juegos Olímpicos de París no es una excepción[2].
Repercusiones de los fenómenos climáticos en las actividades deportivas
Más allá del impacto de estos acontecimientos sobre el clima, los fenómenos climáticos, en particular las olas de calor, tendrán un impacto directo en la organización de las grandes citas deportivas, así como en la salud y el rendimiento de los deportistas. Un estudio del WWF[3] estima que el calentamiento global podría provocar la pérdida de hasta 24 días de actividad deportiva en un mundo con +2 °C, y de hasta 2 meses en un mundo con +4 °C, lo que perturbaría las actividades deportivas tanto de aficionados como de profesionales. Algunos lugares de práctica también están amenazados por la falta de nieve o la erosión costera.
Un laboratorio de medidas de adaptación
Como decía Pierre de Coubertin, «cada dificultad encontrada debe ser una oportunidad para un nuevo avance». Por tanto, el imperativo climático debe llevarnos a cambiar de paradigma para diseñar un futuro deseable para estos grandes acontecimientos. Su supervivencia a largo plazo depende de ello. Reducir la construcción de nuevas infraestructuras (como se ensayó en París, con planes para utilizar el 95 % de los emplazamientos temporales o existentes), asignar la mayoría de las entradas a los residentes de los países anfitriones y vecinos, crear zonas de aficionados descentralizadas, imponer requisitos medioambientales a patrocinadores y proveedores… son palancas que pueden activarse para inventar un nuevo modelo de competiciones deportivas. No podemos olvidar tampoco las cuestiones sociales que rodean a estos acontecimientos y que también constituyen grandes retos para los organizadores.
La lucha contra el cambio climático es cosa de todos y la economía en su conjunto debe movilizarse para alcanzar el objetivo del Acuerdo de París sobre el clima. LFDE, en su condición de firmante de la Net Zero Asset Managers Initiative desde 2021, lleva varios años dialogando dentro del sector financiero y con las empresas para acelerar la transición hacia la neutralidad en las emisiones de carbono.