Luc Olivier

Alimentación y biodiversidad, el desafío de nuestro tiempo

 

Luc Olivier, gestor de fondos de impacto de La Financière de l’Echiquier

¿Cómo podemos alimentar a 7.000 millones de personas, y a 9.000 millones en diez años, sin que se vea afectada negativamente la biodiversidad? Se trata de un desafío mundial que plantea dos cuestiones contradictorias… La aceleración de la transición agrícola podría ayudar a resolver esta ecuación paradójica y alimentar el planeta sin provocar tensiones.

 

El debate entre la alimentación y la ecología es amplio y complejo, como nos recuerdan los sucesos actuales. Al autorizar el cultivo de las tierras en barbecho para compensar las consecuencias de la guerra en Ucrania y asegurar la alimentación del continente, la Unión Europea acaba de adoptar una solución comprensible a corto plazo que, no obstante, ejercerá una presión adicional sobre los suelos.

La conclusión es evidente: a pesar de que las prácticas de la agricultura industrial intensiva han permitido aumentar la productividad para alimentar a la población, también han agotado considerablemente los nutrientes de los suelos. Por ello, en la actualidad el 52 % de los suelos agrícolas están degradados a escala mundial. A esta pérdida de biodiversidad se suman las emisiones de CO2, producidas en grandes cantidades por prácticas como la labranza. La huella medioambiental de la agricultura es profunda, ya que el sector produce el 24 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.

Cuando se crean desequilibrios, la naturaleza se revela de forma violenta. EE. UU. lo vivió en sus carnes, dado que en los años 30 sufrió la primera catástrofe agrícola y de biodiversidad de la historia: el Dust Bowl. Estas tormentas de polvo, que sepultaron las llanuras del Medio Oeste, provocaron la erosión de los suelos y un éxodo masivo. La política de conservación de los recursos implantada por el New Deal para reemplazar la agricultura intensiva dio sus frutos. Y aunque desde entonces hemos olvidado las lecciones de la historia, las soluciones están al alcance de nuestra mano. Existen numerosas alternativas, impulsadas por emprendedores innovadores que desarrollan la agricultura del futuro, para luchar contra la degradación de los ecosistemas.

Entre ellas se encuentra la agricultura regenerativa, que permite optimizar el rendimiento agrícola al tiempo que se captura el CO2 y se mejoran los nutrientes del suelo. Para ello, es necesario apoyar a los agricultores y reducir el rendimiento de las tierras en reconversión, tal y como lo hace Nestlé, que financia la transición de sus proveedores hacia una agricultura regenerativa con 1.100 millones de euros en cinco años. El grupo aspira a conseguir «el 50 % del suministro de materias primas clave a partir de la agricultura regenerativa en 2030».

Dejar de utilizar maquinaria agrícola y de labranza es otra alternativa que debe examinarse. Pese a que nuestra estrategia dedicada al clima y a la biodiversidad no invierte en los fabricantes de maquinaria agrícola debido a su impacto negativo sobre la biodiversidad, estamos interesados en la transición hacia una agricultura de precisión gracias a las soluciones de inteligencia artificial integradas en la maquinaria. La compañía estadounidense JOHN DEERE, líder mundial en soluciones integradas para maquinaria, o CNH, que recientemente ha adquirido RAVEN, especialista en herramientas de medición utilizadas en la agricultura de precisión, están abriendo camino.

Otra solución es la protección de los suelos y las semillas. La innovación en las semillas promueve la reducción del uso de fertilizantes y el consumo de agua, sin modificar genéticamente la semilla gracias a los organismos vivos inoculados directamente en ella antes de su siembra. Nuestra estrategia, que excluye expresamente los OGM y los pesticidas, invierte, por ejemplo, en CRODA. Este especialista británico en aditivos y adyuvantes para diversas industrias desarrolla una tecnología natural que permite mejorar el rendimiento de las semillas a la vez que disminuye el impacto medioambiental de las cosechas.

Por último, la lucha contra el desperdicio de alimentos constituye un campo de actuación de primer orden. De hecho, cerca de un tercio de la alimentación mundial producida se pierde o se desperdicia. Por lo tanto, en teoría podríamos renunciar al 30 % del rendimiento. Para luchar contra el desperdicio de alimentos, la compañía holandesa CORBION apuesta por los conservantes de origen vegetal, como el ácido láctico.

«Los hombres y la naturaleza deben trabajar mano a mano. El desequilibrio de los recursos naturales provoca un desequilibrio en la vida de las personas», recordaba Roosevelt en el Congreso de EE. UU. en 1935. La búsqueda de un nuevo equilibrio agrícola depende principalmente de las personas y las nuevas ideas, tal y como lo demuestran muchas empresas comprometidas.