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Los viejos bolsistas tienen algunas citas regulares que esperan con nerviosismo o delectación: sin duda alguna, la carta anual que Warren Buffett envía a sus accionistas forma parte de la segunda categoría. La cosecha de 2012 cumple sus promesas y empieza con un hábil “teasing”: Warren Buffett ha encontrado a su sucesor… No es necesario correr a leer la carta, ya que en ella no desvela ningún nombre. La frase ha sido ampliamente comentada en la prensa financiera (¿se llevará el puesto el talentoso Ajit Jain?) pero lo que más ha llamado nuestra atención es el final de la carta, ya que trata de la asignación de activos.
Sólo una página para hablar de obligaciones, de oro, de tierras agrícolas, de acciones y, sin embargo, se dice todo lo esencial. Comentaremos rápidamente las obligaciones estatales: ya hemos destacado varias veces que en Estados Unidos, Alemania o Francia su rendimiento anémico no puede mostrarse atractivo en modo alguno, incluso en casos de baja inflación. (Un rendimiento neto del 0,8 % para las obligaciones estatales a 5 años, tanto alemanas como estadounidenses; como resume con acierto un cronista del Wall Street Journal en una fórmula difícil de traducir, ya no es un “risk-free return”(1), es un “return-free risk”(2)).
Centrémonos entonces en los otros dos tipos de activos: el oro y las acciones. El primero brilla con mil destellos desde hace cinco años, y puede resumirse en tres puntos: es amarillo, no reparte dividendos y se expresa en esa curiosa unidad que es la onza (aunque conocemos su precio, 1.750 dólares, no entendemos muy bien a qué corresponde todo eso). Por su parte, las acciones recobran algo de brillo desde principios de año, pero sufren las consecuencias de su pasado errático.
Ahí es donde Warren Buffett hace aparecer dos cubos: el primero, el cubo A, está compuesto por todos los stocks de oro del mundo, 170.000 toneladas, formando un cubo de 68 pies (20 metros) de lado. Siguiendo con el vocabulario anglosajón, este cubo “pesa” unos 9,6 trillones de dólares (para ayudar al lector suspicaz, se necesitan 32.000 onzas para hacer una tonelada…).
Algo menos de 10.000 trillones de dólares en este volumen compacto es mucho valor en un solo sitio… La sabiduría octogenaria de Warren Buffett se impone presentándonos el cubo B, con un valor idéntico. Este último está compuesto por todas las tierras cultivables de Estados Unidos (400 millones de acres), de 16 empresas de EXXON MOBIL (la empresa más rentable del mundo: 40.000 millones de dólares de resultado neto anual) y por 1000.000 de millones de dólares…
Ahora toca elegir: ¿el cubo A, con 20 m3 de metal amarillo, o el cubo B, más voluminoso pero, sobre todo, más remunerador? Porque el cubo B está compuesto por activos reales, lo que en el idioma de “Buffett” es sinónimo de activos que producen rendimiento. Este rendimiento sería en toneladas de maíz, de trigo y de leche para las tierras agrícolas, y 144.000 millones de dólares de dividendos para las 16 empresas de EXXON MOBIL. La pregunta de ¿cuándo? queda abierta, pero no hay dudas sobre el desenlace: antes o después, por un simple efecto de composición del rendimiento, el cubo A se verá inevitablemente superado por el cubo B.
Además de ser un inversor excelente, Warren Buffett tiene la capacidad de responder a preguntas complejas y, en este principio de año donde se plantea la sempiterna cuestión de la asignación de activos, los dos cubos suponen una ayuda muy valiosa. No recuerdan que, a largo plazo, el rendimiento da lugar a la eficiencia. El oro fue un refugio “instintivo” y remunerador en un periodo de bloqueo de los mercados y de dudas sobre la segunda moneda del mundo. Pero si creemos simplemente en la normalización de los mercados, ha llegado el momento de volver a los verdaderos activos y, si el oro amarillo sigue fascinándole, acuérdese del viejo refrán: lo que hace el loco a la postre, hace el sabio al principio…
Didier LE MENESTREL
con la complicidad de Marc CRAQUELIN
(1) Rendimiento sin riesgo
(2) Riesgo sin rendimiento