Olivier de Berranger

Virajes exprés

Hace justo un año, el banco central estadounidense se comprometía por fin a luchar contra la inflación, fenómeno que había negado durante demasiado tiempo al tildarla de «transitoria». Con 475 puntos básicos de subidas de los tipos a corto plazo hasta el 5,00 %, estamos lisa y llanamente ante el ritmo de endurecimiento más acelerado desde comienzos de los años 1980. El BCE, por su parte, se tomó algo más de tiempo, como suele, y apretó el gatillo en julio de 2022. La subida de tipos de 350 puntos básicos que se ha producido desde entonces ha sido de una magnitud sin precedentes desde la creación de la entidad en 1998. Aunque estas alzas tan bruscas de los tipos tienen como finalidad sofocar la inflación ralentizando la actividad, los daños colaterales en el sistema bancario mundial han generado una fuerte agitación en los mercados durante los últimos meses.

La primera víctima, el Silicon Valley Bank, mantenía inversiones en bonos con una duración excesiva que crearon una enorme bolsa de pérdidas latentes. Estando sus depósitos concentrados en el ecosistema del sector tecnológico de California, al que había contribuido ampliamente a financiar y enriquecer, cabía pensar que lo protegería algún tipo de solidaridad geográfica y sectorial. Lo que ocurrió fue exactamente lo contrario cuando unos tuits incendiarios y unos correos electrónicos dañinos se transformaron en una retirada masiva de depósitos autoalimentada: 42.000 millones de dólares retirados en unas pocas horas, lo nunca visto. Recordemos que en la anterior quiebra de gran calibre de un banco comercial en EE. UU., acontecida en septiembre de 2008, se retiraron 17.000 millones de dólares por espacio de varias semanas. Los servicios en línea y la aceleración de los procedimientos digitales fueron mortíferos en este caso y han creado, de algún modo, el primer swipe crash (en referencia al gesto de deslizar el dedo sobre la pantalla de un terminal móvil) de la historia.

Aunque en un primer momento los bancos estadounidenses de mediano tamaño fueron los más atacados en bolsa, Credit Suisse no tardó en aparecer en el punto de mira. Baja rentabilidad, restructuraciones constantes y numerosas controversias hicieron de esta entidad un blanco perfecto en un entorno en el que el temor a las pérdidas se impone a todo lo demás. Después de sumar 110.000 millones de CHF retirados por los clientes en el último trimestre de 2022, el arranque de 2023 no se anunciaba muy prometedor.

Aunque estos dos bancos son en realidad muy diferentes, nos recuerdan que siempre son las crisis de liquidez las que hacer caer a las entidades bancarias, por muy solventes que sean. La concentración de los depósitos en un único tipo de cliente, ya sean tecnológicas californianas o grandes fortunas, crea un riesgo específico fuerte. Una desconfianza intensa y expresa, tanto si está justificada como si no, puede hundir instantáneamente a los actores más débiles.

Si bien pensamos que el sector bancario europeo es mucho más sólido en el cómputo global por estar mejor regulado y delimitado, las consecuencias son perfectamente previsibles: reducción del volumen de créditos al sector privado, endurecimiento de las condiciones de los préstamos y nueva capa de regulación, una especialidad muy europea que por una vez ha resultado útil.

Los bancos son empresas muy particulares cuya salud financiera y cotizaciones dependen de numerosos factores: margen de intereses, diversificación, intermediación, asesoramiento… No obstante, no conviene olvidar nunca que una repentina falta de confianza puede hacerlos quebrar.

Editorial del mes de Olivier de Berranger, director de operaciones y director de inversiones de La Financière de l’Echiquier (LFDE)

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