Olivier de Berranger

Un nuevo tablero de juego

¿Y si nada fuera ya como antes? La economía mundial está recomponiéndose en un contexto de crisis multifactoriales que ha puesto de relieve nuestras dependencias y vulnerabilidades estratégicas. Energía rusa, medicamentos chinos, chips taiwaneses… la globalización nos había hecho dependientes. Una de sus causas es la extrema concentración de las instalaciones de producción, que afecta a sectores y competencias estratégicas en todo el mundo. Los ejemplos son numerosos: el 75 % de los principios activos farmacéuticos que se venden en Europa y el 80 % de los que se comercializan en EE. UU. provienen actualmente de China y la India, frente al 20 % hace 30 años; el 80 % de los semiconductores y el 90 % de los componentes de los paneles fotovoltaicos se fabrican en Asia…

Las crisis provocadas por el COVID y la guerra en Ucrania han obstaculizado las cadenas de suministro mundiales y han agitado el tablero de la globalización: las empresas se replantean sus cadenas de producción y abastecimiento, por todo el mundo se repatrían sectores estratégicos, surgen ecosistemas locales más sostenibles y las economías entran en una nueva dimensión en busca de resistencia, autonomía y soberanía. Esta búsqueda encuentra una solución en la relocalización de productos y competentes estratégicas.

En este nuevo tablero de juego se están reorganizando los flujos de bienes y servicios entre las regiones para reducir las dependencias en sectores clave, como la tecnología, la industria, la energía, la alimentación y la salud, y se rompe con la fragmentación de los procesos de producción dispersados por varios continentes y las situaciones de escasez provocadas por las tensiones en las cadenas de suministro, por las que transitan el 80 % de los intercambios mundiales. Los grandes grupos están adoptando la estrategia «China + 1» y están desdoblando sus cadenas de suministro.

Esta dinámica está apoyada por planes de los gobiernos que tratan de reducir la dependencia externa, sobre todo de Asia. Es el caso de la industria de los semiconductores, con la Chips Act en EE. UU. (más de 50.000 millones de dólares) o el plan de la Unión Europea anunciado en 2022 (45.000 millones de euros). Al imperativo de autonomía se suma, pues, un imperativo de soberanía crucial.

Impulsados por la digitalización y la automatización, estos cambios en la industria, la economía y la geopolítica abren nuevas perspectivas, crean campos de innovación y conjuntos de oportunidades. ¿Quiénes serán los ganadores? Las empresas con una fuerte implantación local que ya están poniendo en marcha estrategias para mejorar la resistencia, que cuentan con activos esenciales como gasoductos o torres de telecomunicaciones y que disponen de patentes estratégicas, de una producción o un abastecimiento próximo al consumidor final, así como financiación pública. Es el caso de Meyer Burger[1], que desarrolla panales fotovoltaicos en Suiza y Alemania; de un líder mundial como Imerys, que ha puesto en marcha en suelo francés un proyecto de explotación de litio, un material esencial para la transición energética; o Euroapi, cuyas fábricas situadas en Europa permiten acabar con nuestra dependencia en materia de principios activos farmacéuticos.

Este nuevo tablero de juego mundial, fundamentado en unas necesidades básicas de autonomía, constituye una fuente de oportunidades tanto para las empresas como para los inversores.

 

Editorial del mes de Olivier de Berranger, director de operaciones y director de inversiones, y Nina Lagron, CFA, gestora de fondos de La Financière de l’Echiquier (LFDE)

 

Información legal importante: Las opiniones expresadas en este documento representan las convicciones de los autores. En ningún caso darán lugar a responsabilidades por parte de LFDE.
[1] Los valores citados se mencionan a título ilustrativo. No está garantizada ni su presencia en las carteras gestionadas ni su rentabilidad.