Olivier de Berranger

Un capital en vías de extinción

 

Las grandes ballenas, esas maravillas del océano, nos brindan inestimables servicios invisibles. Estos gigantes son valiosos aliados contra los desajustes climáticos, ya que capturan en grandes cantidades el carbono que emitimos. Sin embargo, su población se ha reducido, principalmente debido a las actividades humanas, mientras que las emisiones de gases de efecto invernadero han aumentado.

El 68% de las poblaciones de animales salvajes desaparecieron entre 1970 y 2016 y, con ellas, la diversidad de nuestros ecosistemas. Para evaluar el impacto sobre nuestro capital natural y comprender mejor la magnitud de estas pérdidas, los economistas han valorado los servicios ambientales, es decir, los servicios gratuitos que presta la naturaleza. Según el FMI[1], una única ballena genera más de 2 millones de dólares y el conjunto de estos cetáceos, más de 1 billón en total. Pero este es solo un ejemplo. Los servicios ambientales poseen un valor estimado total de entre 130 y 150 billones de dólares anuales[2].

Por consiguiente, nuestra dependencia de la biodiversidad es inmensa. Nuestros suministros y, por ello, áreas enteras de nuestra economía, desde el sector agroalimentario hasta el energético, dependen de la biodiversidad. No obstante, las reservas se están agotando a gran velocidad debido a la contaminación del aire, la deforestación o incluso la sobrepesca. Todo aquello que permite regular nuestro planeta para que sea viable, como el ciclo del agua o la regulación del clima gracias a la captura de carbono, depende de igual manera de la biodiversidad, que es un bien irremplazable. La cuestión es aún más importante en vista de que, según la IPBES, el 80 % de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) podrían no alcanzarse si continúa la degradación de la biodiversidad.

Las finanzas tienen un papel fundamental en la preservación de la biodiversidad, ya que dirigen el capital hacia empresas que desarrollan soluciones y apoyan a otras para que gestionen lo mejor posible su dependencia o su impacto. Sin embargo, a pesar de que aumenta la concienciación sobre el riesgo financiero generado por la pérdida de biodiversidad, abordar esta cuestión resulta complejo. Por ello, La Financière de l’Echiquier (LFDE) publica desde 2021 la huella sobre la biodiversidad de sus principales fondos, se rodea de expertos y se compromete, en el marco de la iniciativa Finance for Biodiversity Pledge, a integrar los criterios de biodiversidad en sus análisis y a publicar el impacto de sus inversiones hasta 2024.

En nuestra estrategia dedicada al clima, también reforzamos los criterios ligados a la biodiversidad e integramos dos ODS relacionados con ella: el ODS 14 (Vida submarina) y el ODS 15 (Vida de ecosistemas terrestres). Invertimos en soluciones adaptadas a las necesidades de la economía real, en empresas que aportan soluciones concretas contribuyendo, por ejemplo, al tratamiento del agua en los buques o las aguas de lastre (ALFA LAVAL), o incluso en aquellas que tratan de detener la contaminación por plásticos. Es el caso de CORBION, que desarrolla tecnologías de sustitución como el ácido poliláctico, un plástico biodegradable producido a partir de azúcar. Este fondo de impacto también invierte en empresas en fase de transición y pioneras que dominan sus ecosistemas. Se trata de un posicionamiento que refleja nuestro doble objetivo: involucrar a todos los sectores de la economía y conjugar la rentabilidad de las inversiones con la biodiversidad.

Hay mucho en juego: el 50 % del PIB mundial depende de la biodiversidad[3].

 

[1] 2019, a lo largo de su vida
[2] Global Futures
[3] FMI, Global Risk Report, 2021