Giving while living

En la primavera de 2009(2), una serie de encuentros secretos reunía a los hombres y las mujeres más ricos de Estados Unidos: empresarios de ingenio (Bill Gates, Michael Bloomberg), inversores de renombre mundial (Warren Buffett, David Rockfeller), personalidades de los medios de comunicación (Ted Turner, Oprah Winfrey) y algunos de los más famosos especuladores del planeta (George Soros, Julian Robertson).

¿Y cuál era la finalidad de estos encuentros? ¿Se trataba de solucionar el problema de la deuda griega o de lanzar una OPA sobre una gran empresa? No, el tema era mucho más original y ambicioso: pensar en la mejor manera de dar toda o una parte de su fortuna a una fundación filantrópica. La idea fue de Warren Buffett, y también de Bill Gates. Estos dos filántropos que se comprometieron hace mucho tiempo(3) a legar la mayor parte de sus fortunas a una fundación, intentan convencer hoy a sus amigos millonarios de que “la opulencia financiera conlleva una inmensa responsabilidad, la responsabilidad de dar a la sociedad, la responsabilidad de controlar que todos los recursos puestos a nuestra disposición lo sean de la mejor manera para ayudar a aquellos que lo necesitan”.

La revista Fortune estima que la riqueza total de las 400 personas más ricas de Estados Unidos presentes en su clasificación alcanza los 1.200.000 millones de dólares. Si estos “happy few” se adhiriesen al proyecto Gates/Buffett, las fundaciones se verían dotadas de un impresionante importe de 600.000 millones de dólares. Motor de este compromiso inédito, Warren Buffett ya se ha comprometido a entregar el 99% del total de su fortuna y ya ha donado 6.400 millones de dólares a la Bill & Melinda Gates Foundation. Las principales acciones financiadas por esta fundación conciernen la educación, la cultura, el medio ambiente y la sanidad. Sólo en este último campo, sus donaciones anuales superarían los gastos anuales de la Organización Mundial de la Salud.

Para que vean que los papeles pueden invertirse. En una época en que el sector público ha tenido que sustituir en muchos países a un sector financiero privado débil, las fundaciones privadas dotadas de tanta riqueza pueden tener un impacto significativo en la esfera pública. Así, la fundación Gates se ha comprometido a entregar 10.000 millones de dólares para financiar campañas de investigación y vacunación en los 10 próximos años: un presupuesto y un compromiso dignos de un estado.

Hace un año, en esta misma carta (« La llamada del 17 de junio »), encontrábamos « lógico que el sector público pensara con cierta frecuencia en dirigir la distribución de la riqueza creada por su economía nacional ». Pero constatábamos que la redistribución organizada de la riqueza desembocaba, en Francia, en un crecimiento muy bajo de los salarios recibidos directamente por los empleados.

La voluntad demostrada por los “súper ricos” de tomar (sólo parcialmente…) el relevo de nuestras instituciones y de invertir en estos ámbitos primordiales para el futuro como son la sanidad o la educación, es un rayo de esperanza para todos aquellos que creen que la iniciativa individual también puede participar en el desarrollo del bien común.

Apostemos porque esta idea “liberal”, tan nueva en nuestro universo europeo, se abra camino. “El estado del bienestar” se eclipsa parcialmente ¡y quizás no sea tan grave! Al contrario, el relevo tomado por estas fundaciones filantrópicas es seguramente una garantía de que no se tirará el dinero por la ventana… Más que una garantía de resultado, se trata sobre todo de una garantía de funcionamiento más responsable y equilibrado de la distribución de la riqueza.
Decididamente, Bill y Warren(3) lo han entendido todo.

(1) Chuck Feeney, ex director de DFS, fundador de Atlantic Philanthropies
(2) Fortune, edición europea, julio de 2010
(3) Carta del 7 de julio de 2006