Olivier de Berranger

De nuevo en orden

Por Olivier de Berranger, consejero delegado y codirector de inversiones, y Enguerrand Artaz, gestor de fondos de La Financière de l’Echiquier (LFDE) ǀ Septiembre 2024

Los episodios de tensiones veraniegas son uno de esos desafortunados hábitos de los mercados de los que los inversores prescindirían perfectamente. El que se produjo en los primeros días de agosto se ha olvidado rápidamente. Sin embargo, los detonantes fueron tan numerosos como graves: una sorpresa muy negativa en el desempleo estadounidense, una liquidación masiva de posiciones cortas especulativas sobre el yen tras una inesperada subida de tipos por parte del Banco de Japón, rumores de retraso en la entrega del nuevo chip de Nvidia y agravamiento de las tensiones en Oriente Próximo.

No obstante, el hecho queda ahí. Unas semanas después de este ataque de pánico, la mayoría de los índices bursátiles se recuperaba totalmente de la caída, incluido el Nikkei, índice de referencia de la Bolsa de Tokio, que se había desplomado casi un 20 % en unos pocos días. En EE. UU., el S&P 500 casi recobró las cotas máximas alcanzadas a mediados de julio y el Dow Jones estableció nuevos máximos históricos.

Sin embargo, sería un poco precipitado considerar esta corrección como una vicisitud intrascendente. En realidad, marcó un punto de inflexión en la psicología del mercado. Durante más de 2 años, entre la inflación y las subidas de tipos, los mercados han seguido la lógica de «las malas noticias son buenas noticias». En otras palabras, los datos macroeconómicos negativos, o los que se situaban por debajo de las expectativas, se consideraban buenas noticias, ya que sugerían una economía menos dinámica que probablemente reduciría las presiones inflacionistas y, por tanto, permitiría a los bancos centrales detener su endurecimiento monetario antes de empezar a recortar los tipos.

La situación ha cambiado radicalmente. Con la excepción de Japón, los países desarrollados ya han comenzado a recortar tipos (zona del euro, Canadá, Reino Unido, etc.) o están a punto de hacerlo (EE. UU.) en un contexto de desinflación muy avanzada. Así pues, como los malos datos económicos ya no son necesarios para que los bancos centrales relajen su política monetaria, vuelven a ser lo que fundamentalmente son: malas noticias. La reacción especialmente negativa de la renta variable ante el sorprendente aumento del desempleo en EE. UU. reflejó este cambio de mentalidad: los mercados volvieron a su lógica de «las malas noticias son malas noticias».

Esta vuelta a la normalidad, que más bien es saludable a largo plazo, ha venido acompañada de otro cambio. En los últimos años, se había visto socavada la correlación negativa entre la renta variable y la renta fija. Sobre todo en 2022, cuando los inversores empezaron a preocuparse por la subida de los tipos de interés (y, por tanto, por la caída de los precios de los bonos), la renta variable sufrió una importante caída. Por el contrario, la brusca relajación de los tipos de interés a finales de 2023 provocó un fuerte repunte de los mercados de activos de riesgo, con la renta variable y la renta fija subiendo a la par. En cambio, en la corrección de agosto se reanudaron los movimientos opuestos a los que nos tienen acostumbrados estas dos clases de activos. Preocupadas por el repentino deterioro del empleo en EE.UU. y el retorno del riesgo de recesión, las bolsas cayeron bruscamente. Ante la posibilidad de un recorte acelerado de los tipos por parte de la Reserva Federal, los mercados de renta fija subieron considerablemente.

Esta vuelta a la normalidad tiene una virtud: devuelve a los inversores cierto margen de maniobra en términos de asignación de activos, ya que la renta fija puede volver a desempeñar su papel de colchón de seguridad. En un momento en que aumentan las dudas sobre la fortaleza del mercado laboral estadounidense, esta perspectiva es tranquilizadora. A diferencia del annus horribilis de 2022, los inversores disponen en la actualidad de refugios claramente identificados (sobreponderar los bonos, pasar de los valores cíclicos a los defensivos y las acciones de crecimiento visible) en caso de que quede desbaratado el aterrizaje suave de la inflación y el crecimiento que constituye el escenario central de los mercados. Mientras tanto, esperamos una tercera vuelta a la normalidad: la de la valoración de las acciones de pequeña y mediana capitalización, que sigue moviéndose en mínimos históricos en comparación con la de las acciones de gran capitalización.

 

Las opiniones expresadas en este documento representan las convicciones de los autores. En ningún caso darán lugar a responsabilidades por parte de LFDE. Los valores y sectores se mencionan a título ilustrativo. Su presencia en las carteras no está garantizada. Terminado de redactar el 04.09.2024.