Un repaso a nuestros clásicos

Seamos claros, ¡2018 ha sido un año desastroso para la Bolsa!
A decir verdad, ha sido un año difícil para todas las clases de activos líquidos, que han terminado cediendo a las diferentes amenazas que han hecho mella en el ánimo de los inversores a lo largo de los meses: la guerra comercial entre EE. UU. y China, el fin de la expansión cuantitativa de la Fed, la volatilidad de los precios del petróleo, el auge del populismo, etc. Ni siquiera los tradicionales «valores refugio» actuaron como tales y el oro perdió un 1,6% (calculado en dólares), mientras que la deuda pública europea y estadounidense apenas ofrecieron remuneración a sus titulares.
¡Las demás clases de activos tampoco se salvaron! La deuda empresarial (-2,3%) el euro con respecto al dólar (-4,5%), los índices europeos (CAC 40 francés: -11%; Dax alemán: -22%; Eurostoxx: -14%) o el petróleo (-21%) llevaron a la desesperación a los ahorradores. Peor incluso, las divisas emergentes (peso argentino: -50,5%; lira turca: -28%), el mercado chino (Shenzen: -34% expresado en euros) o incluso el bitcoin (-74%) arrasaron hasta a los más aventureros de ellos. Un «fenómeno mundial», como proclamó el vizconde de Homécourt de la Vibraye (Raoul para los amigos)1: incluso el resplandeciente Nasdaq terminó rindiéndose con una caída del 22% en los últimos tres meses.
Ante esta situación, cuesta mucho volver a expresarles nuestra fe inquebrantable en el futuro de los mercados y el valor de las empresas… Además, para empezar bien 2019, reproducimos con todo detalle un alegado de Gary Mishuris2, un inversor experimentado de Boston que descubrimos a través de LinkedIn…

«Esta mañana, le he dicho a mi esposa que estaba pensando en invertir, justo después de la caída de los precios de las últimas semanas.
Y ella me ha preguntado: «pero, ¿cómo puedes estar seguro de que las acciones no seguirán bajando? ¿Los precios ya no caen indefinidamente ahora?». La verdad es que no estoy seguro.
Es fácil quedarse hipnotizado delante de la pantalla del ordenador con la mirada fija en el descenso de las curvas y de los precios.
El riesgo de quedarse paralizado por el miedo a perder y quedarse en la inacción es grande.
Su mente le dice: «ya han caído un x% y va a seguir haciéndolo. Solo hay que esperar un poco más». Sigo analizando fijamente las pantallas, sin actuar.
Conozco este tipo de situaciones y ya he salido airoso de ellas.
Mi proceso de inversión ha evolucionado considerablemente en estos últimos años, después de haber vivido algunos ciclos bajistas del mercado, por no hablar de la gran crisis de 2008-2009.
Ahora cuento con un método muy riguroso y disciplinado que he dado a conocer a otros inversores3. Me resulta útil por partida doble. Me sirve de guía para recordarme cómo debo actuar bajo presión y me obliga a adoptar la máxima lógica de razonamiento, para no ceder al canto de las sirenas del miedo y no actuar de manera irracional.
Ayer por la tarde tomé la decisión, después de volver a analizar con calma la posición y sus fundamentales y haber considerado las diversas alternativas.
Y esta mañana, he comprado las acciones.
No sé qué precio van a valer a corto plazo.
Basándome en el razonamiento y el análisis, creo que el valor es muy superior al precio y que el riesgo de caída es pequeño, incluso en el peor de los casos.
Es lo mejor que puedo hacer.

Como acertó a decir Benjamin Graham: «a corto plazo, el mercado es una máquina de votación; a largo plazo, es una báscula».

 

Reconozcamos estas palabras atemporales cargadas de sentido común y sabiduría que recuerdan, a su manera, las reglas de oro de la inversión a largo plazo. Los mercados financieros, influidos por los medios de comunicación, solo reflejan el corto plazo y la búsqueda del «último céntimo». ¡En ningún caso una estrategia de inversión válida para 2019!

 

 

¹  Le Sucre, película de Jacques Rouffio, 1978

²  Don’t Get Hypnotized By Falling Stock Prices, Silver Ring Value Partner, 24/12/2018

³  The Owner’s Manual