Rolando Grandi

Los terrícolas pueden dormir tranquilos

Los terrícolas ya pueden dormir tranquilos. Estas palabras de Elena Adams, ingeniera de la misión DART (Double Asteroid Redirection Test) resumen por sí solas el éxito de la primera misión de defensa planetaria de la Historia, lanzada el 24 de noviembre de 2021 sobre un cohete Falcon9 de SpaceX. A 11 millones de km de la Tierra, esta misión de la NASA consiguió desviar de su trayectoria un asteroide llamado Dimorphos que viajaba a más de 22.000 km/h. ¿Cuál era el objetivo? Probar los medios de protección con que cuenta la Tierra y la humanidad. Esta misión icónica con ecos de Armageddon marca el inicio de una nueva era y un cambio de paradigma en el denominado Espacio 2.0. Es fruto de la cooperación entre la NASA y dos empresas espaciales privadas: SpaceX, que lanzó la nave espacial suicida, y Redwise, que sobre todo suministró unos paneles solares desenrollables que se han utilizado por primera vez en el espacio profundo.

Las consecuencias de esta prueba de desviación de un OCT (objeto cercano a la Tierra) serán analizadas por la misión Hera de la Agencia Espacial Europea, cuyo lanzamiento está previsto en 2024. Los riesgos de colisión de residuos orbitales concitan una atención cada vez mayor, sobre todo en EE. UU. De hecho, la Comisión Federal de Comunicaciones acaba de aprobar la adopción de nuevas normas para gestionar la basura espacial en órbita baja. Los miles de desechos generados por las pruebas balísticas antisatélites (ASAT) realizadas por Rusia a comienzos de 2022 han tenido mucho que ver en esta importante adopción.

Hacer del espacio un lugar más seguro, y más limpio

Garantizar la seguridad del Espacio 2.0 es un reto de primer orden para el futuro de la exploración espacial, ya que la proliferación de basura en órbita elevaría considerablemente los riesgos de las misiones espaciales. Cientos de miles de fragmentos de basura espacial circulan en estos momentos alrededor de la Tierra. Actualmente, más de 27.000 objetos en órbita reciben la consideración de basura espacial por parte de la NASA, cifra que ONERA, el centro francés de investigaciones aeroespaciales, sitúa en 400.000. Se calcula que existe medio millón de restos del tamaño de una moneda y más de 100 millones de restos aún más pequeños que las tecnologías actuales no permiten todavía detectar. Se trata de un reto crucial que están afrontando los emprendedores del Espacio 2.0 para prever la entrada de la basura espacial en la atmósfera y elaborar estrategias de limpieza.

Están surgiendo soluciones para identificar mejor los restos espaciales con sensores más precisos gracias a la inteligencia artificial, al uso compartido de los datos y a la conectividad. Para gestionar el final de la vida útil de los satélites y limpiar el espacio, numerosas start-ups están posicionándose para dotar a los activos espaciales de sistemas robóticos o construir satélites más resistentes y autónomos. Así, la joven empresa japonesa Astroscale ha diseñado un módulo pensado para los operadores de satélites que es capaz de capturar los satélites al final de su vida útil antes de que se convierten en basura. Leolabs o la empresa italiana D-Orbit aspiran a cartografiar el espacio para limpiarlo. Cada vez surgen más soluciones, como la de Benchmark Space Systems, que acaba de presentar un kit anticolisiones concebido para ayudar a los satélites pequeños a esquivar restos y otros ingenios espaciales y a salir de la órbita solos.

Las estrategias de defensa del planeta tienen como finalidad evitar a los terrícolas el destino de los dinosaurios, cuya desaparición fue provocada, según los expertos, por el impacto de un asteroide. Estrategias, en definitiva, que recuerdan a las películas de Hollywood, pero sin Bruce Willis a los mandos, y que son posibles gracias a emprendedores visionarios y tecnologías ultraperfeccionadas que abren un terreno de exploración espacial más seguro y fértil.

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